Abogados en la trinchera

Son 1.500 en toda la provincia dedicados a la asistencia gratuita para las personas sin recursos. Los letrados del turno de oficio defienden su trabajo «vocacional y mal pagado» frente a la mala fama que les suele perseguir

Son unos 1.500 en toda la provincia. Una legión que cada día se curte en las trincheras de las comisarías, los juzgados de guardia, los cuartelillos de la Guardia Civil y en sus propios despachos. Los abogados de oficio defienden su trabajo y niegan tajantemente que la asistencia jurídica que prestan a las personas sin recursos económicos sea de segunda categoría. Para unos, el turno de oficio es una forma de abrirse camino en los inicios del ejercicio profesional de la abogacía dentro de un gremio en el que la competencia es cada vez mayor y al que sólo pueden acceder si cuentan con un mínimo de tres años de experiencia. Para otros, proporciona el mejor contacto diario con una realidad social que difícilmente asomaría por la puerta de un bufete. En lo que sí existe unanimidad es en que el turno de oficio se viste con la cara más vocacional de la abogacía y que regala grandes satisfacciones no sólo a los que acaban de empezar, sino a los que más veteranía llevan en la toga.

SONIA URDIALES

30 años«Se me saltaron las lágrimas con un cliente»Lleva cinco años ejerciendo como abogada y ya ha montado su propio despacho con otras dos compañeras. «Yo he tenido bastante suerte, pero los inicios son muy difíciles para casi todos los abogados jóvenes por la tremenda competencia que hay. Te encuentras con muchos gastos que apenas puedes cubrir porque no tienes todavía una cartera de clientes. Hay que pagar el alquiler de un piso, el teléfono, el seguro de responsabilidad civil, las cuotas colegiales, una mutualidad, los desplazamientos... y si te lo puedes permitir una persona que se encargue del trabajo administrativo», explica Sonia UrdialesHace un año se apuntó al turno de oficio, que desempeña en la zona de la Axarquía. Sonia realiza varias guardias de 24 horas en el juzgado y en la comisaría cada trimestre, que la Junta de Andalucía paga a unos cien euros. Recuerda la primera que hizo: «Me dijeron que no me preocupara, que las guardias eran muy tranquilitas, y cuando llegué me encontré que tenía que asistir nada menos que a doce detenidos».Esta joven letrada afirma que el abogado de oficio se ve muchas veces en la tesitura de tener que hacer de psicólogo: «La gente te cuenta toda su vida y sus problemas. Hay que tener la cabeza muy fría, para no llevarte todo eso a tu casa». Aun así reconoce que ha habido noches en que no ha podido dormir e incluso, en una ocasión, «se me saltaron las lágrimas con un cliente cuando hablaba de sus hijos en una separación matrimonial». También recuerda su primera visita a prisión: «El hombre estaba hundido. Nunca antes había estado en la cárcel. Tratas de darle ánimo, aunque tienes que ser totalmente realista con él. Los abogados no somos magos».Sonia es de las que opinan que para ser un buen abogado hay que pasar por el turno de oficio. «Tratas con todo tipo de personas y ves la realidad de la calle y eso te proporciona mucha madurez profesional y también personal».

ISABEL URBANEJA

50 años«Es muy vocacional, como un sacerdocio»Fue de las primeras mujeres abogadas de Málaga y aún recuerda cuando, embarazadísima de su primer hijo, llegó a un reconocimiento judicial y el juez le preguntó que por qué hablaba. «Le contesté: Señoría yo soy la abogada», explica entre risas. Con 26 años de ejercicio profesional, Isabel Urbaneja aún se mantiene en el turno de oficio, al que ha estado siempre muy vinculada y en el que se inició cuando se llamaba Beneficio del Pobre. «Te sitúa en una realidad social que no tocas en los despachos. Defender a la gente que no tiene medios económicos es gratificante, aunque es un trabajo que está muy mal pagado, pero es muy vocacional, como un sacerdocio». Y asegura que también duro, «por el drama humano que hay detrás» de muchos asuntos, y por la penosidad de algunas guardias: «Me han llamado a las dos de la madrugada para asistir a un detenido en un cuartelillo de la Guardia Civil en Guaro, Monda, Tolox (Isabel lleva el turno de oficio en el partido judicial de Coín) y tienes que tirarte por la noche con el coche por esas carreteras comarcales».Para Isabel Urbaneja la «mala fama» que se le cuelga habitualmente a los abogados de oficio es «una leyenda negra», aunque reconoce en todas partes cuecen habas. «No hacemos distinciones porque un caso sea de oficio. Yo no lo pongo en una carpeta distinta porque sea de justicia gratuita». Esta letrada, que abrió el primer despacho de abogados en Coín, se enorgullece de la profesión: «Hay compañeros admirables por la profesionalidad y el interés con que trabajan y estudian todos y cada uno de los casos». Y añade que, pese a la fuerte competencia, «cada vez también hay más campo donde trabajar y más especialización». Tiene absolutamente claro una cosa: «Para dedicarte a esto, tienes que estar seguro de que te gusta la profesión y preparar cada caso como si fuera el primero».

LUIS IGNACIO ALONSO

67 años«Seguiré en el turno hasta que me retire»Luis Ignacio Alonso es uno de los letrados más veteranos de la provincia. Con nada menos que 46 años de ejercicio a sus espaldas y sobrada experiencia profesional, conserva la tensión y la pasión del primer día. No duda: «Seguiré en el turno de oficio hasta que me retire». Empezó como pasante del despacho del alcalde socialista de Málaga durante la República, el abogado Emilio Baeza, y su primer caso en el turno de oficio fue defender a un acusado de violar a una deficiente mental. «Lo gané porque conseguí demostrar que no había pruebas contra él». Como esa vendrían después muchas más satisfacciones de la mano de la justicia gratuita para los más desfavorecidos. Este experimentado letrado rememora cómo consiguió demostrar la inocencia de un hombre de raza gitana que había sido condenado por un intento de homicidio. «Fue una gran alegría; lo único que por aquel entonces no existían indemnizaciones del Estado por los errores judiciales y ese pobre hombre, que había sufrido la cárcel injustamente, no pudo cobrar un duro».El turno de oficio le ha situado también en alguna encrucijada moral por cuestiones de conciencia. Relata Luis Ignacio Alonso que llevando vigilancia penitenciaria, le tocó asistir a un etarra que cumplía condena en Málaga por un atentado: «Pidió al juez que lo viera un médico -explica-, pero al comprobar que éste no hablaba vasco no lo quiso. Luego quería que yo presentara un recurso porque se le había abierto la correspondencia. Pero claro es que esas cartas llevaban instrucciones sobre cómo se hacían bombas caseras. ¿Cómo iba yo a recurrir eso? Así que renuncié a defenderlo por cuestiones morales y éticas».Han pasado más de 40 años y Alonso sigue en las trincheras de las guardias en los juzgados, en las comisarías, en los cuartelillos de la Benemérita. El mes pasado, sin ir más lejos, tuvo que asistir a una declaración de un detenido por un intento de violación en Pizarra a las dos de la mañana.«Yo no sé lo que cobro por el turno de oficio, no me lo preguntes. Y eso de que no nos tomanos interés no es verdad, cada caso, cada juicio es un examen. Es como el cirujano que tiene que operar una apendicitis. Lo que sé es que no se puede sobrevivir al turno de oficio si no es vocacional».